El silencio invade las aceras,
las calles, los vagones, las paradas, todos con una mirada de reflexión o
meditación, nadie comenta en voz alta ̶ ni un saludo hipócrita se escucha ̶ las personas sólo dialogan con sus teléfonos
o con el último aparato de moda.
En la mente de cada venezolano surcan
ideas sobre el próximo domingo 14 de abril, la calma del pensamiento antecede al
caos que se avecina, inquietudes, sobresalto, una larga noche, una larga
espera. La preocupación del futuro atraviesa el presente en esto últimos días,
el destino de un pueblo está en manos de unas elecciones y una batalla épica
entre mentiras, verdades, agresiones, sinceridades, insultos, provocaciones. La
justicia y la igualdad están sujeto a interpretación como todo lo humano, nada
definido, el gris flaquea en opiniones que emiten adeptos ciegos a procesos
inciertos.
Los problemas personales por las próximas
horas pierden protagonismo en un país sumergido en la política, algunos piensan
en el dinero, otros en su comida, los corruptos vociferan insultos cobardes,
amenazas y secuestros se intensifican, nadie bebe pero todos toman ideas de propagandas
al margen de la ley.
Miedo y esperanza, dos sensaciones
muy cercanas y familiares para los venezolanos, falta tan poco para definir los
nuevos tiempos de Venezuela, sólo pronósticos malos auguran los eruditos, los
mismos que en tanto tiempo no han buscando soluciones para las divisiones
sociales y políticas.
El trabajo, la unidad, un buen
porvenir, deseos que no aceptan fronteras ideológicas, que no contemplan ni aceptan
esa noción de corrupción, que no permiten que la realidad les arrebate sus aspiraciones.
Mejorar el país en gran parte dependerá del ganador del Domingo, pero la responsabilidad
es del venezolano, él que se levanta bien temprano a trabajar, él que si cree
en las leyes, él que lucha. No dependerá del partido que gobierne, nunca será
así, no en este país.
Venezuela es más que las ideologías
que gobiernan, somos mejores que eso, solo poniéndonos de acuerdo y respetándonos,
levantaremos el país de nuestros sueños, la envidia de otras naciones, la
tierra más hermosa por la que tantos hombres y mujeres han sudado su nombre. En
fin ese lugar donde queramos vivir y morir. Dios nos acompaña pero las acciones
dependen exclusivamente de aquellas personas, que para bien o para mal se hacen
llamar venezolanos
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