Una mañana calurosa,
pueblo en la calle, fuerte tráfico vía al litoral, humo de cigarros,
combinación de olores de cachapas y arepas, que invaden el olfato de curiosos
como yo. La avenida Universidad se llena de feligreses, algunos vestidos con
prendas de color purpura, otros van descalzos, otros van vestidos con estampas
de símbolos religiosos y por último, algunos van vestidos de color rojo con
estampas de seres más terrenales.
Me acerco a la
Catedral de Caracas, figura enigmática del pasado colonial, testigo
indiscutible del progreso y retroceso de un pueblo, sobreviviente de muchos
movimientos sociales, políticos y naturales. Las personas se aglomeran en todas
las entradas del imponente templo, todos quieren escuchar la voz del hombre que
tuvo el honor de ver al recién elegido Papa.
El Cardenal Urosa
Savino en un monólogo contundente le habla a los feligreses, que no tiene
distinción alguna, hay clases sociales entre mezcladas, personas de diferentes
parroquias y municipios comparten ese pequeño espacio en donde falta el aire y
sobre el calor. El carisma del Cardenal ayuda a captar rápidamente la atención
de todos, habla de la importancia de encontrarse a uno mismo en estos días,
nombra toda la simbología y el significado de todas las ceremonias para el
mundo cristiano.
Las palabras
protocolares se interrumpen intempestivamente, cuando el arzobispo de Caracas dice:
“No debemos comparar a ningún gobernante, a ningún líder con Cristo. Él es único digno de alabanza”. Aquellas
palabras retumbaron en los oídos de todos los presentes y con una clara
connotación política y social del país, la respuesta por parte de la gente no
se hizo esperar, aplausos enérgicos ensordecían el templo, una reacción
inesperada considerando la ubicación de la Catedral y las características
ideológicas de las personas que frecuentan esa zona capitalina.
Después de aquellos
aplausos con sabor a protesta, el resto de la eucaristía estuvo marcada por un
aire de hermandad y de coraje; la esperanza reflejada en todas aquellas
personas se sentía en la tonalidad de los cantos, los sacerdotes sorprendidos
aún por las palabras de su líder se limitaban a comentar aquel hecho.
La esperanza y la
conciencia para ser estar naciendo de nuevo dentro de los venezolanos, no
podemos sentarnos a esperar que un hombre, que una persona solucione todo los
problemas del país. En las manos del pueblo está el futuro del mismo y ante los
abusos y los excesos hay que responder, la verdad están de nuestro lado y Dios
nunca abandona.
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